lunes, 19 de octubre de 2015

EL CUADRO DEL DESVÁN (Cuento)

Cuenta la luna:

Cierto día, cuando Rita estaba trasteando por el desván de la casa grande (llamaba así a la casa del pueblo de sus abuelos, por lo grande que a ella le parecía acostumbra al piso de la capital) que encontró un pequeño cuadro de flores, en un rincón, lleno de polvo.

Apenas se distinguían los colores pero Rita dio un par de soplidos para que limpiarlo y… ¡Atchis! repitió varias veces, porque lejos de irse el polvo, éste se le metió por la nariz. Así que decidió bajar a la cocina y con un trapo viejo limpiar a fondo su hallazgo.

En efecto, era un pequeño cuadro con el fondo rojo y unas flores dentro de un jarrón ce cristal. A Rita le pareció precioso y pensó que en su habitación quedaría bien, pero antes necesitaba saber algo más del cuadro: quién lo había pintado, desde cuando estaba allí, porque se había guardado en el desván… Sería una investigación en toda regla, como si de un cuadro del mejor Mueso se tratara. Por eso, antes de enseñárselo a nadie debería hacer los interrogatorios.

Empezó por el abuelo, al que no puedo sacar nada. La abuela tampoco sabía qué contestar porque nada sabía o se acordaba. Tío Alberto, como casi nunca iba por el pueblo quedaba descartado. Sus primos y su hermano eran demasiado pequeños. Papá se unió a la familia cuando se casó con mamá. Por lo tanto, mamá era la única que quedaba por interrogar, y vaya si sufrió una gran batería de preguntas hasta que al final confesó.

Efectivamente el cuadro lo había pintado la mamá de Rita, pero como no le pareció bonito,  aunque le daba pena tirarlo por el trabajo que le costó hacerlo, decidió no decir nada y esconderlo en el último rincón del desván, pensando que jamás sería descubierto. Pero mira por donde, la curiosa Rita había dado con él muchos años después.

“Pues es precioso mamá”, dijo Rita y añadió que quería ponerlo en su habitación.

Su mamá sonrió pensando que tal vez se equivocó al esconder el cuadro, pero ahora estaba  muy satisfecha de que su a hija le gustara. Entre las dos lo limpiaron con cuidado y éste pudo adornar la habitación de Rita, que está tan muy contenta sabiendo que lo pintó su madre siendo niña como ella.

A la madre de Rita ahora le gusta mirar el viejo cuadro descubierto en el desván. Piensa que fue una tontería no haberlo mostrado antes, ¡con el esfuerzo que le costó! Y la verdad, ahora reconoce no quedaron tal mal las florecillas en un jarrón de cristal, y que ahora en la habitación de Rita parecen más bonitas.


Por favor, si quieres hacer uso de este cuento, cita a la autora:  © Pilar del Campo Puerta (está en el Registro de la Propiedad Intelectual). Gracias. 

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