lunes, 4 de julio de 2022

UNA TARDE EN LA BIBLIOTECA (Cuento)

 PILAR DEL CAMPO PUERTA

Susana, gran amante de la lectura, puede pasarse horas y horas con un libro entre las manos, empapándose de sus historias.

Susana lee a cualquier hora y en cualquier lugar, pero donde más disfruta es en la biblioteca. Por eso, cada tarde, después de acabar sus deberes…

 - ¿Puedo ir un rato a la biblioteca, mamá?

- Claro, Susana.

 Allí se encontró con su amigo Jorge que también es un gran lector. Los niños se saludaron con la cabeza y esbozaron una sonrisa, conscientes de que en la biblioteca todo silencio es poco para no distraer a los que están ensimismados con sus lecturas.  Y  aquella tarde, había dos chicos examinando libros de animales,  otros dos estaban enfrascados en cuentos sobre magos y dragones,  una señora investigaba sobre la psicología,  y un caballero lo hacía en aeronáutica. Sin embargo, Jorge estaba de pie frente a una enorme estantería pensando por cuál libro decidirse.

Cuando Susana llegó, se unió a la duda de Jorge, pues tampoco ella sabía qué libro escoger, ya que todo es le gustaban,  por todos se interesaba, y todos deseaba leer.

Jorge y Susana se miraban, miraban estanterías, miraban los libros y se encogían de hombros. Así estuvieron largo rato hasta que ambos extendieron la mano hacia el mismo volumen.

- ¡Oh! - dijo Susana sorprendida.

- ¡Oh! - dijo Jorge asustado.

Ambos se habían decidido por el mismo libro: Las aventuras de Surcamares,  un viejo pirata que contaba historias de sus viajes por el ancho mar.

En silencio forcejearon un instante hasta que el bibliotecario,  que había observado sus movimientos desde el principio, llamó a su ayudante para solucionar el problema.

- ¡Quiero este libro! -dijo Susana con firmeza

- ¡Pero yo he llegado antes a la biblioteca! -aseguró Jorge.

- Tengamos la biblioteca en paz -dijo el ayudante del bibliotecario y añadió- veré si hay dos volúmenes iguales y os lleváis uno cada uno.

Al poco tiempo.

- Lo siento pero no queda más que este ejemplar -dijo el hombre y no habiendo acabado la frase los dos niños volvieron a forcejear por conseguir Las aventuras de Surcamares,  así que la ayudante no le quedó más remedio que coger a cada uno de una oreja y llevarlos ante el sabio y viejo y bibliotecario que habiendo visto el proceder de los niños pronunció la siguiente sentencia salomónica.


- Lo más justo sería dividir el libro en dos partes iguales y que uno leyese el principio y otro al final pero no estoy dispuesto a romperlo pues un libro es un tesoro, así pues ya que los dos estáis interesados en las mismas aventuras, sentencio que durante el mes de préstamo uno venga los días pares y otro los impares a leer el libro a la biblioteca y de ese modo Surcamares y sus aventuras quedarán a salvo de envidias y rencores.

Cabizbajos aprobaron el dictamen del bibliotecario y lanzando una moneda al aire Susana fue la afortunada de empezar a leer los días pares y concretamente esta tarde era par, por lo que Susana tomó el libro entre las manos, se fue a un rincón y comenzó a leer: “Hubo una vez hace muchos años un pirata que surcaba los mares de manera tan intrépida que acabó siendo de todos conocido como el pirata Surcamares…”

Jorge se conformó con otro libro pues en el fondo todos le gustaban.

El mes de préstamo transcurrió pasando  Las aventuras de Surcamares de la mano de Susana a la de Jorge, y de la de Jorge la de Susana. Y tal era el afán de los niños por leer el libro, que a la salida del colegio, mientras merendaban hacían rápidamente los deberes y luego se marchaban corriendo a la biblioteca para disfrutar con la lectura.

Corrían y corrían hasta que pasó lo que nunca hubieran querido que pasara. Jorge iba tan distraído cruzando las calles y pensando en el último párrafo leído que al doblar una esquina no reparó en el color del semáforo ni en  la indicación de prohibido pasar los peatones, que se precipitó bajo las ruedas de un vehículo.  El atropello fue muy aparatoso y Jorge sufrió varias fracturas y hematomas .

Susana aquella misma tarde,  había decidido ir a la biblioteca, no por las aventuras de Surcamares, que sabía que le tocaban a Jorge, sino a por un libro cualquiera, pues le gustaba tanto leer que no resistía estar un día sin hacerlo.  Mientras miraba por las estanterías sin saber por cuál decidirse se percató de que Jorge no acudía a su cita con el libro,  iban pasando los minutos y estaba demasiado claro que su amigo,  por motivos que desconocía,  no iba a venir a la biblioteca.  Entonces tuvo una idea que le pareció maravillosa

- Señor bibliotecario, me ha dicho mi amigo que como hoy no puede venir que lea yo el libro que tenemos a medias.

- Está bien - contestó mientras se lo entregaba.

 Susana aquella tarde disfrutó doblemente, primero por la lectura y segundo por haberle hecho una pequeña trampa a su amigo.

Al día siguiente le tocó su turno y supo aprovecharlo bien. También al siguiente, pues  en vista de que Jorge no llegaba, utilizó la misma táctica.

- Señor bibliotecario, me ha dicho mi amigo que como hoy no puede venir que lea yo el libro que tenemos a medias.

- Está bien-  contestó mientras se lo entregaba.

Pero al tercer día en que Jorge no apareció empezó Susana a sospechar de que algo no iba bien, así que  a la salida de la biblioteca decidió pasarse por la casa de su amigo y, al verlo tan maltrecho, tendido en la cama, con una escayola en la pierna,  y varios apósitos por la cara y brazos ,sin poder evitarlo Susana rompió llorar.

-  Afortunadamente no ha sido nada para lo que podía haber sido - dijo la madre de Jorge.

- Por eso no he podido ir a la biblioteca estos días y creo que no podré hacerlo en mucho tiempo.

Entonces Susana, después de secarse las lágrimas y arrepentirse de haber utilizado los días de lectura de Jorge,  sintió una  una enorme compasión por su amigo, y tras pensarlo bien tomó una solución final.  

Volvió a la biblioteca y le contó al bibliotecario lo sucedido. Este, dándose cuenta de que la niña en esa ocasión no mentía, sacó el  libro del cajón,  tomó una ficha y escribió en ella:

”El libro Las aventuras de Surcamares queda prestado a Susana y Jorge con la condición de que compartan su lectura en armonía, y deseando una pronto recuperación para el enfermo”.

Susana con el libro bajo el brazo,  muy contenta regresó junto a su amigo.

- De ahora en adelante yo seré tu lectora. Cada tarde, después del colegio, vendré a leerte un rato y así nos enteramos los dos a la vez de las aventuras del intrépido pirata.

- Muchas gracias Susana

- No hay de qué. Para eso están los amigos.

Luego, por las noches, ya dormidos, ambos compartían sueños pensando que surcaban los mares.


(Este cuento fue escrito hace años en colaboración con un grupo de niños de Alcorcón. En su momento fueron solo unas simples cuartillas para lectura de unos pocos, y ahora se difunden para que muchos más lectores puedan disfrutarlosEs un regalo de lectura para el verano).

NOTA:

Recuerda que siempre hay que citar la fuente de información. Para citar este post, puedes hacerlo de la siguiente manera, por el método Harvard:

Apellido, Inicial del nombre (Año de publicación): "Título de la entrada del post del blog". Título del blog en cursiva, día y mes del post. Disponible en: URL del recurso [Consulta: día-mes-año].

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por leer y jugar. ¡Hasta pronto!