Explora esta página hasta el final porque en ella vas a encontrar cuentos escritos por la autora del blog ¡Espero que te gusten!
El árbol de las letras (© Pilar del Campo Puerta )
Despertar sorprendente (© Pilar del Campo Puerta )
Luisito,
Luisón, es un chico muy agudo, estudioso y gran lector.
Todas
las tardes, al salir de la escuela, sobre todo en primavera, se va a los campos
a leer historias fantásticas: de piratas, de corceles, de espadachines… también
lee fábulas, y las tardes más cálidas, poesía.
Pero
una de esas tardes, llevó en su cartera un diccionario. Sí, ese libro tan gordo
que sólo se usa cuando hay una duda;
pero, ¡cuánto enseña un diccionario!
Luisito,
Luisón, bajo la sombra de un árbol comenzó por la A, (abeja, acera, acordeón,
andar, avispa…), luego la B (bala, balandro, baloncesto, burla, burlón…), luego
la C (caja, cajón, camino, canasta, comilón…), y así fue recorriendo todas las
letras del abecedario hasta la Z (zapato, zancudo, zorro, zurro, zurrón…).
Tanto leyó aquella tarde Luisito,
Luisión que se quedó dormido con las últimas palabras en la boca, y éstas,
fueron arrastradas por el viento; y cayeron por todos los lados; y se
adentraron como semillas en la tierra; hasta que una brisa en la nariz le
cosquilleó y Luisito, Luisón se despertó. Cogió su diccionario y a su casa se
marchó.
Pasaron los días y un fenómeno
extraño sorprendió a todos los del lugar. Habían nacido árboles nuevos, ¡esa no
era la novedad!; la novedad era que en vez de frutos letras pendían de sus
ramas, y éstas formaban palabras, las mismas que Luisito, Luisón, leyó una
tarde en voz alta.
Despertar sorprendente (© Pilar del Campo Puerta )
Es imposible retenerlos por más tiempo
en la cama y en contra de lo que ocurre a diario:
- ¡Un ratito más por favor!, dice Edu.
- ¡Todavía es muy temprano!, protesta
Ton.
- ¡Tengo mucho sueño!, se queja Tina;
cada mañana festiva recuerdan, sin piedad, que el nuevo día acaba de aparecer.
Sin conocimiento alguno de la rotación
del planeta, haga frío o calor, ellos son los primeros.
En los amaneceres de invierno, el sol
se vuelve perezoso y les sugiere que se queden calentitos en su camas.
En verano les recuerda que están de
vacaciones, pero ellos hacen caso omiso.
Sin noción del sistema horario,
cualquier muestra de claridad que se cuele descarada por las rendijas de la
persiana, les cosquillea en la nariz y ellos satisfechos contestan con
algarabía.
Los papás siguen acostados.
Cambian de postura en la cama y tapan sus cabezas para no oírlos.
Cambian de postura en la cama y tapan sus cabezas para no oírlos.
Están cansados del trabajo de toda la
semana. Por la noche, mientras los niños dormían, vieron una película estupenda
que duró hasta muy tarde, después leyeron un poco y se durmieron rendidos.
Por todo esto, desde que los niños se
van a la cama hasta que los mayores siguen sus pasos, pasan varias horas.
A la algarabía infantil se une el
canto agudo del canario "Chispi". Desde su dorada jaula observa a los
niños y canta alegremente. Desearía escapar de su prisión y unirse a la
diversión matinal.
Por otro lado, "Lauki", el
cachorro coker color canela, aupa sus orejas para oír a los niños, y al
sentirlos ya en pie golpea con sus patas en la puerta reivindicando su
participación en el alborotador grupo. "Lauki" vive en una
confortable caseta, especialmente preparada en la terraza, ha resguardo de
cualquier inclemencia.
Los papás siguen con la cabeza tapada intentando buscar una postura que les
permita no oír el fenomenal ruido que a tan temprana hora se produce en la
vivienda.
Por si faltara algo, también están
levantados los niños del piso de arriba, los de abajo y los de al lado.
Todos los niños acostumbran a
levantarse temprano y con la misma algarabía en las mañanas festivas.
Los mellizos, Tina y Ton, saltan y
ríen en sus camas.
Edu, el mayor, hace sonar la
sirena de su ambulancia mientras divertido observa girar la luz roja.
Enchufan el televisor buscando un
canal con programación infantil que les entretenga sin cuidar el volumen del
aparato.
El canario sigue cantando, si
cabe, con más fuerza, y, una mano inocente que abre la portezuela de la terraza
permite a "Lauki, el pequeño cachorro color canela, saltar por las camas,
morder las zapatillas, arañar las puertas, orinar alfombras y tomar primera
fila cuando alguien grita: ¡Empiezan los Picapiedras.
Se hace el silencio. Breves instantes
dura la calma.
Ahora no son los niños, sino los
duendes. Los duendes martillean sin piedad la cabeza de los mayores y una
fuerte jaqueca se hace presa de ellos.
Papá y mamá titubean. No saben
si conciliar de nuevo el sueño o levantarse ahora que los niños están
sosegados. Lo primero sería exponerse a un nuevo sobresalto, y lo segundo les
permitiría asearse tranquilamente y preparar un rico desayuno.
En estos devaneos están cuando la
musiquilla del televisor cambia y auncia que el fin de los Picapiedra ha llegado.
"Lauki" y los niños
abandonan sus butacas satisfechos del entretenimiento. Y al marchar para el
cuarto de los juegos, con instinto de sabuesos, captan que los papás ya se han
despertado y sin avisar, saltan sobre sus cuerpos gritando: ¡Buenos días!, ¡
Guau, guau, guau!.
-¡Qué horror!- gritan ellos ante la
sorpresa, de sentirse aplastados, abrazados, besados, lamidos y
martilleados.
Adivinan que un largo fin de semana
cargado de grandes emociones les aguarda junto al alborotador grupo.
El puesto de las flores (© Pilar del Campo Puerta )
El puesto de las flores (© Pilar del Campo Puerta )
Iba
la niña tan contenta con su ramo cuando: ¡Atchís!, estornudó una rosa. La niña
se sorprendió, y antes de preguntar que le ocurría, porque pensaba que la flor
nunca contestaría, muy resuelta la rosa añadió:
- ¡Tengo
alergia!
Atónita
quedó la niña con esa flor parlante, pero sin darle más importancia que la de
simple anécdota, siguió su camino a casa muy entusiasmada con el regalo para su
mamá; y en cuanto llegó, puso el ramo en agua para evitar que se marchitara.
La
niña fue a hacer sus deberes mientras tanto. Y también, mientras tanto, el
perro y el gato jugaban por la casa:
-¡Que te
pillo!
- ¡Que te
atrapo!
- ¡Que me
subo!
- ¡Que me
bajo!
Que
los dos animalitos fueron a parar contra el ramo. Le dieron con los rabos y al
suelo se cayó. ¡Vaya estropicio que armaron!
Al
ruido salió la niña. En eso entró mamá. El perro y el gato huyeron
avergonzados. La niña lloró de rabia. Mamá la consoló:
- Con la
intención basta, pequeña. Lo mejor que me ha pasado hoy ha sido esta sorpresa.
La niña se abrazó a su cuello.
Mamá la besó con fuerza. Y de entre aquel amasijo de pétalos, tallos y hojas,
la única que sobrevivió fue la rosa.
En la cocina de la abuela (© Pilar del Campo Puerta )
Laura
siempre suele decir:
- ¡Como me
gusta tu cocina!, abuelita
Y
la abuelita se pone muy contenta. Allí no hay microondas, ni robots de esos que
lo hacen todo, como los que utiliza su mamá para ahorrar tiempo. Entre los
cacharros de la cocina de la abuela Laura se siente feliz, pues su imaginación
le hace creer que está en un mundo diferente.
Laura lo toca todo porque la abuela
le consiente demasiado, y pregunta: ¿para qué sirve esto? ¿para qué sirve lo
otro? ¿desde cuándo tienes esto? ¿cómo se usa lo otro?.
Y
la abuela con paciencia le explica que a ella le gusta lo tradicional, y ahora
que tiene más tiempo que cuando era joven, disfruta guisando esos garbanzos que
tanto le gustan a Laura, a fuego lento en el fogón de leña, y machacar ajo en
el mortero para incorporarlo en el primer hervor, y cuando están ya cocidos,
añadir unas gotitas de vino para incrementarles el sabor.
- ¿Hoy
comeremos garbanzos, abuelita?
- Sí,
Laura.
- ¿Y de
postre?
- Puedes
elegir: leche frita, torrijas, cuajada, flan, pan de higo, peras a la brasa,
manzanas con miel, dulce de leche, arrope…
- No sigas
abuelita, que sólo de oírlo me va a dar un empacho.
- Pues si
te empachas, una infusión.
- Me gusta
más el agua de limón.
Publica más cuentos por favor. Garcias!!!!!
ResponderEliminarQue talento! me encantan
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